El miedo, el terror. La idea de perderlo todo. Hasta la vida. La propia o la de un ser querido. Son posibilidades espantosas que se esconden en la cotidianidad, pero que siempre están presentes. Solo se manifiestan cuando lo imaginable se convierte en realidad, cuando se vive y se llora por situaciones tan dantescas como las que ha sufrido la comunidad valenciana tras el paso de la DANA. Su poder es completamente destructivo. Una semana después, sus calles siguen pareciendo un escenario apocalíptico.
Esta situación, aunque ya ha ocurrido en otras ocasiones de forma menos grave, nos obliga a replantearnos el riesgo al que estamos expuestos. Esta vez, la peor de las alertas se ha cumplido. Sin embargo, estos avisos no son nuevos. Se estudian, se advierten y se analizan, sobre todo en lo que respecta a los cauces de ríos urbanos, que en este caso han sido especialmente letales.
La vulnerabilidad de la provincia de Cádiz
La provincia de Cádiz no está exenta de estos riesgos si no se vigilan y controlan adecuadamente. En cifras, Cádiz tiene 128 cursos de agua, y 36 de sus 45 municipios cuentan con ríos, rías o arroyos en sus núcleos urbanos. De estos, 167 kilómetros corresponden a cauces urbanos, lo que significa que el agua fluye directamente por ciudades, pueblos y pedanías.
Un estudio pionero realizado por la Diputación Provincial de Cádiz hace un año, dentro del Plan de Restauración Fluvial, tiene como objetivo principal prever estos riesgos. Aunque se enfoca en localidades de menos de 20.000 habitantes, sus planteamientos afectan a cuencas hidrográficas más amplias, como la del Guadalete-Barbate, que abarca una superficie de 5.960,98 kilómetros cuadrados.
Zonas de riesgo y la ocupación de espacios
Antonio Figueroa, geógrafo y consultor especializado en planificación y evaluación ambiental, es uno de los responsables del informe para el Plan de Restauración Fluvial. Según Figueroa, en la provincia existen importantes ríos y, por ende, zonas inundables que están ocupadas, lo que incrementa el riesgo. Entre los puntos críticos, destaca el río Iro y la cuenca del Carrajolilla en Chiclana, así como otras áreas como Ubrique, Setenil y Alcalá del Valle.
El río Barbate y el Guadalete también representan riesgos importantes, especialmente en su paso por Villamartín y la campiña jerezana. Aunque gran parte del Guadalete fluye por zonas rurales, el peligro radica en las infraestructuras y conexiones afectadas, como las carreteras que enlazan Jerez con Los Barrios, donde ya se han registrado inundaciones en tramos clave.
El impacto de las lluvias torrenciales y los embalses
Otro factor de riesgo en la provincia es la necesidad de desaguar los embalses durante episodios de lluvias torrenciales. En la última DANA, la sequía había mantenido los pantanos con niveles bajos, lo que evitó desbordamientos. Sin embargo, en situaciones anteriores, como en 2017, los embalses de Zahara, Bornos, Hurones, Arcos y Guadalcacín tuvieron que liberar agua para evitar daños mayores.
El embalse de Guadalcacín, el segundo más grande de Andalucía, recibe gran parte de su agua de la Sierra de Grazalema, una de las zonas con mayores precipitaciones de España. Cuando los acuíferos se llenan, el agua fluye hacia abajo, y la naturaleza sigue su curso, incrementando el riesgo de inundaciones en las áreas circundantes.
La ocupación ilegal
Un problema adicional es la proliferación de construcciones ilegales en zonas inundables. En muchas áreas de la provincia, especialmente en pedanías de Jerez y Chiclana, estas viviendas se han construido sin respetar los criterios de planificación urbana, lo que aumenta el riesgo de inundaciones. Aunque ahora se intenta regularizar estas situaciones, las consecuencias de décadas de permisividad son evidentes.