
Una vocación heredada y una formación excepcional
Ramón Ribes, cuya pasión era sanar tanto la vida exterior como la interior de las personas, parecía haber heredado esta inclinación por pura genética. Su padre, catedrático de Medicina en la Universidad de Córdoba, le transmitió el amor por la ciencia médica. Además de su devoción por la medicina, Ribes también compartía otra pasión: el Real Madrid. Se licenció en Medicina por la Universidad de Córdoba, una formación que en parte completó en Estados Unidos, lo que le permitió desarrollar una sólida base científica.
Pero su ambición no se limitó a la medicina. Ribes también se licenció en Derecho por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y lo hizo en tiempo récord. Este logro no fue casualidad, sino parte de su vocación por ayudar a quien lo necesitara, una característica que lo definió a lo largo de su carrera. Su formación académica culminó con un doctorado en Medicina por la Universidad de Córdoba, especializándose en Radiodiagnóstico.
Un médico trotamundos con una misión clara
Ribes no fue un médico convencional. Se le podría describir como un trotamundos de la bata blanca y el fonendoscopio, siempre dispuesto a viajar allá donde su conocimiento y habilidades fueran requeridos. Ejerció como doctor en múltiples instituciones, siempre muy ligado al diagnóstico a través de tecnologías avanzadas. Entre los centros donde trabajó destacan el Hospital Reina Sofía, la empresa Resalta en San Juan de Dios, la Cruz Roja, Sanitas y Melilla.
Más que un médico de maletín, Ribes fue un médico de maleta, siempre listo para viajar y ejercer su vocación en cualquier lugar del mundo. Su etapa de residente la completó en Boston, Estados Unidos, y ya como médico afamado trabajó en hospitales de Arabia Saudí y Canadá, donde continuó perfeccionando sus habilidades y conocimientos.
Un enfoque humanitario y cercano al paciente
A lo largo de su carrera, Ribes demostró que su enfoque no se limitaba a tratar enfermedades, sino a tratar al paciente que padece la enfermedad. Esta visión lo colocaba en un grupo selecto de médicos que entienden que la medicina no es solo una ciencia, sino también un arte humanitario. Su capacidad para conectar con los pacientes y su compromiso con el bienestar de los demás lo convirtieron en un profesional admirado tanto por sus colegas como por quienes tuvieron la fortuna de ser atendidos por él.
Ramón Ribes dejó una huella imborrable en cada lugar donde ejerció, no solo por su conocimiento técnico, sino por su dedicación a mejorar la vida de los demás. Su legado como médico y ser humano sigue vivo en las instituciones y personas que tuvieron el privilegio de conocerlo y trabajar a su lado.